¿hay muerte despues de la vida? por Alejandro Vaquerizo
¿hay muerte despues de la vida? por Alejandro Vaquerizo
jueves, 22 de octubre de 2015
El libre albedrío presente en cualquier acto de nuestra vida e inherente a este mundo nuestro, nos permite elegir qué queremos pensar, qué decisión tomar en cualquier situación y respecto a este asunto nadie a venido de viva voz a contarnos qué pasa después. Por tanto cabe la posibilidad de decidir creer que no hay nada, que todo acaba aquí, que nacemos, morimos y ya está, fin de la película. Bueno, este podría ser un final posible. Si fuera el que hemos elegido creer no tendría más sentido seguir escribiendo dado que el libro dura muy poco, sólo lo que vivimos, desde unos minutos a unos años.
Yo estuve muchos años de mi vida pensando así. Pero la verdad es que esta forma de pensar me dejaba frío, no tenía respuestas para nada, no entendía por qué las cosas son así, un Dios tan incongruente, un mundo tan desigual, tanto dolor, hambre, ... Tenía muchas preguntas que no podía satisfacer a menos que me agarrase a algo llamado fe, que pretendía darme argumentos, a menudo vacíos y normalmente enrevesados y fantasiosos. No se, pero no me convencían para nada.
Un día, cuando caminaba una vez más por los vericuetos de mi intrincada maraña cerebral en busca de sentido, decidí simplemente cambiar mi creencia y abrirme a la posibilidad de que estuviera equivocado, que lo que tantos y tantos millones de personas en el mundo, religiones y maestros pensaban, fuese verdad. Y empecé a mirar con otros ojos lo que esa otra parte del mundo decía.
Conseguí dos cosas, tener acceso a libros hasta entonces prohibidos, a diferentes puntos de vista, pensamientos, experiencias, experimentos, documentos, vivencias, ...
Y gracias a eso, abrí la enorme puerta de una gigantesca mansión que me ofrecía la posibilidad de darme las respuestas que necesitaba y vislumbrar por fin que esto tiene algún sentido.
Muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte o han estado clínicamente muertas durante algunos minutos y lo han contado han sentido emociones placenteras semejantes a la plenitud y la paz y han visto luces y seres queridos ya fallecidos. Lo asemejan a lo que sabemos del nacimiento en el sentido de que ven un túnel, una luz al final y personas que les conocen y les quieren que les están esperando para darles apoyo y amor. Vamos como un parto. Un simbolismo más de la continuidad.
Hay ciertamente multitud de relatos, algunos de ellos impresionantes pero todos los que vuelven lo que se traen con ellos es que pierden el miedo a la muerte, porque las sensaciones que han vivido son tan alejadas de las que nuestra religión nos ha contado, están tan llenas de paz, amor y seguridad, que la muerte ha perdido para ellos ese sentido de dolor, de miedo, de infiernos tenebrosos y monstruos eternos. Nada más lejos. La muerte ahora es volver a reunirse con la fuente, con el todo, con la chispa creadora, con las almas que ya se fueron, en un entorno de absoluto amor, donde no existen juicios ni condenas, sólo durante el personal y humilde repaso que nos hacemos a nosotros mismos al recordar los acontecimientos de nuestra etapa en este mundo. Donde como a los niños, fuimos soltados para aprender, para aprender a amarnos y amar, a darnos y dar.
Aceptar la "vida eterna" es eliminar una creencia limitante (que por cierto es algo tan sencillo como dejar de pensar de esa manera, sin más) y abrirnos a un mundo nuevo. Quizá eso sea lo que muchos no son capaces de hacer, como yo esos primeros años, acoger a esa nueva forma de pensar, cambiar los valores, cuestionarnos nuestras creencias, escrutar nuestro interior, buscar respuestas más allá, enfrentarnos con nosotros mismos, nuestros padres, nuestro mundo. Es algo duro y por supuesto se puede vivir en la "comodidad" de la no creencia o en las respuestas que nuestra educación y/o religión nos haya ofrecido. Que a lo que no es capaz de responder, le pondrá el calificativo de "misterio", "designio" o cualquier otro que se le ocurra y nosotros nos quedamos tan panchos.
¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué es Dios?
Comprender la magnitud del Universo, de la chispa divina, del vacío creador, de la manifestación de la vida, es algo difícil de expresar con palabras e incluso llegar a entender. Es como enseñar mecánica cuántica a una chaval de preescolar y por supuesto yo no lo entiendo. Sabemos que hay algo, que se manifiesta, que tiene unas reglas, un orden, unas constantes numéricas, que ordena los átomos y las moléculas, incluso las partículas más pequeñas y que habita el vacío, ese vacío que lo llena todo, según dicen los expertos el 99% de lo que vemos.
Estamos llenos de espacio vacío, el mismo que conforma galaxias y Universos, que pesa, repleto de ondas que se mueven, de vida, el mismo del que está hecho Dios, o quizá eso sea él, porque todo al final es lo mismo. La creación expresándose, arriba y abajo, dentro y fuera.
El cuerpo expresa la vida, la creación. Así como el sonido da sentido al silencio ya que sin él no existiría, o como el espacio delimitado por ejemplo por una habitación da sentido a la zona que usamos y que ocupamos que en realidad es el espacio vacío entre las paredes, nuestro cuerpo da sentido a nuestro ser, esa chispa de vida evolucionante y sin memoria, sin recuerdos, que durante un breve espacio de tiempo (da igual unas horas o unos años en el trascurso de la eternidad), habita nuestro cuerpo.
La vida se manifiesta porque hay algo que le da forma, que la plasma. Y todo alrededor nuestro lo ejemplifica. Usamos un coche para trasladarnos, nos lo apropiamos y a menudo maltratamos hasta que lo gastamos o rompemos. La ropa la cambiamos por otra cuando se desgasta, los objetos en general. El cuerpo es un objeto más. Nada material perdura, sólo la conciencia, el espacio vacío, lo eterno.
Así entiendo que yo soy Dios, bueno que Dios está en mí, que él me creó y que soy parte de él, así como una gota es parte del mar, no es todo el mar pero lleva la esencia del mar completo. Y que como él, soy todopoderoso y creador, mi creador. La omnipresencia y sobre todo la omnisciencia es algo que todavía las tengo en pañales y además tampoco soy consciente aún de ese poder que hay en mí.
Esta inconsciencia propia de un ser aún joven que todavía está aprendiendo, se manifiesta como una desunión con su esencia, con la fuente. Es como cuando somos adolescentes y nos separamos de nuestros padres por rebeldía, por aprender nosotros mismos, por dejar de seguir las reglas que llevamos acatando desde que tenemos uso de razón e incluso antes. De bebés les necesitamos, de jóvenes le repudiamos y sólo les reclamamos por interés y ya de mayores les podemos incluso llegar a admirar porque con el paso del tiempo les vamos entendiendo y al mismo tiempo valorando. Nos acercamos a ellos de forma natural, porque nosotros lo hemos decidido así, no por obligación e imposición. Pues nuestro alma funciona de manera similar.
Como es arriba es abajo, esa máxima la podemos apreciar allá donde miremos. Todo se ejemplifica en la tierra: una vida nos enseña la eternidad, un átomo cómo es el Universo, una célula tiene toda la información para volver a formar una vida similar, la secuencia de Fibonacci cómo se ordena desde una planta hasta una Galaxia y así muchos más ejemplos. De los demás aprendemos cómo somos nosotros y de lo que hacen o sucede a nuestro alrededor cómo vivir la nuestra, qué hacer y qué no.
En definitiva esto es una escuela y así hay que entenderlo, un lugar de aprendizaje donde nuestra alma eterna, habita durante un tiempo un cuerpo para que le sirva de vehículo para poderse expresar, para vivir sus experiencias en este mundo finito, material y temporal. ¿Cómo si no?
Vamos al colegio para aprender, estudiamos más en lo que vamos peor y si no repetimos. Aquí igual, vamos mejorando, aprendiendo, corrigiendo errores, entendiendo como vivir mejor, cómo ser más felices, que al final es lo único para que venimos, para demostrarnos que esa es la verdadera inteligencia, la verdadera sabiduría. Y que se consigue dando, sirviendo, amando, compartiendo. Las verdaderas virtudes de todos los tiempos y todos los maestros de todas las épocas que en realidad son las que nos llenan el alma y nos hacen sentir bien, bien de verdad y nos dan sentido a la vida y nos la llenan a su vez de sentido. Felicidad, paz, dicha, gozo, amor.
Y cuando ésta está llena, ascendemos, pasamos a la Universidad, al cielo donde ya no volvemos, o cambiamos de escuela, de plano, de escenario, de nombre, como queramos llamarle. ¿Ángeles?, ¿almas evolucionadas? ¿seres celestiales? ¿dioses? sólo un paso más en la evolución del ser, de la conciencia infinita. Mientras estamos aquí, experimentamos estos valores de reunión (religión) con ese algo del que un día fuimos separados para aprender, como un hijo al que dejamos correr para que se de cuenta por él mismo de qué es la vida y cómo vivirla.
La vida es el colegio, un lugar de aprendizaje. La muerte son las vacaciones, el lugar de recreo donde esperamos el siguiente curso. ¿Cómo podemos temer la muerte? Los niños lloran cuando nacen lo mismo que nuestros hijos la primera vez que les dejamos en la guardería. Alguien dijo una vez que el infierno es esto, la tierra, la vida y el cielo es el veraneo, a donde vamos cuando ya hemos terminado nuestra lección.
Durante las primeras encarnaciones estamos guiados por hermanos mayores, almas más viejas, con más vidas a sus espaldas. Nos "colocan" en lugares de los que aprender, un lugar "apropiado" para nosotros. Ese alma, ese ser, esa esencia, chispa divina, o como queramos llamarle que habita nuestro cuerpo, dispondrá de un colegio (nuestro país), unos maestros (nuestros padres), unos temas (nuestro entorno cultural, social y económico), unas actitudes (marcadas por nuestro día de nacimiento) y unas aptitudes (basadas en nuestra experiencias de las vidas pasadas ya vividas). Y algunas cosas más en la mochila y en el libro de tareas para darnos la oportunidad de aprender las asignaturas que llevamos peor. Ahí nos dejarán corretear y sólo ocasionalmente nos echarán una sutil manita, sin que normalmente nos demos cuenta.
Nuestro colegio será una vida, una y muchas. En ellas viviremos en diferentes lugares, con diferentes padres y múltiples experiencias. Algunas nos gustarán más y otras menos y como no sabemos que todo lo que nos sucede es para darnos la oportunidad de crecer aprendiendo algo, las etiquetaremos como buenas y malas. E iremos tropezando para aprender, ya que sólo se extraen las lecciones de lo "malo". El ser que habita nuestro cuerpo, nuestra alma eterna, nos dejará libertad de correr, tropezar, elegir, repetir y nos irá colocando en los lugares más idóneos para nuestro crecimiento, porque ella está aprendiendo con nosotros, nosotros somos ella, somos la manera que tiene de expresarse, ya que sin un cuerpo le sería imposible. Un piloto nada haría sin un coche. La diferencia es que en la escuela te enseñan una lección y después pasas por una prueba. En la vida, pasas por una prueba y eso te enseña una lección.
Como decía, al principio sus hermanos le aconsejarán, y cada vez que acabe un ciclo de experiencias, cada muerte, le ayudarán a revisar su etapa, ésta que acaba de vivir. Y le guiarán hacia un nuevo colegio que ellos piensan que le puede ir bien.
Y así será. Y poco a poco ese alma, irá dándose cuenta, aprendiendo, reconociendo la esencia de la vida, los valores que la hacen sentir bien, la felicidad, el amor, el respeto, la unión. Irá despertando y eligiendo por él mismo, y buscará sus propios colegios, donde aprenda diferentes valores, otras asignaturas. Aquellas tan primarias, tan duras, amargas, crueles, difíciles, dejarán de tener sentido, ya habrá superado las pruebas. Ya sabe andar por si mismo, ya ha crecido y cuando tenga que elegir, ya tendrá la consciencia suficiente de elegir por ella misma qué quiere estudiar y dónde. Buscará la familia y el entorno idóneo, el país y la cultura, la posición económica y los valores adecuados a la experiencia que quiere vivir en esta vida, en este día de colegio, que al final es lo mismo.
Algunos tardarán más, otros menos, unos aprenderán antes, otros querrán repasar una asignatura y vendrán poco tiempo o casi nada (una corta estancia en la tierra), otros intentarán echar una mano a unos amigos y les harán vivir un por ejemplo "trauma infantil" del que puedan aprender, otros ayudarán a irse a algunos que hayan acabado su tiempo y les quitarán "la vida, etc.
Nada de eso ocurre, no es exactamente así. Sucede desde nuestra perspectiva educacional, religiosa y sesgada. No sucede en otras cultural ni esa creencia ha sido siempre así. Pero el temor a la muerte es algo que viene bien para manipular, controlar y manejar. El miedo siempre ha servido para quien ha tenido el poder, almas muy primarias y poco evolucionadas que están arraigadas en patrones muy básicos y que necesitan reafirmarse mediante la manipulación y el dolor y que su autosatisfacción la busca en los objetos más materiales donde la insatisfacción está asegurada, por eso siempre quieren más, porque buscan en el lugar equivocado su fuente de realización. Ya aprenderán. Todos hemos pasado por ahí y en mayor o menor medida, algo de eso está en nosotros, todos seguimos aún en el colegio. Quizá aquel esté más cerca que nosotros de cambiar radicalmente, así que mejor no le juzguemos.
Quizá sean almas viejas que sólo querían enseñarnos algo, no menospreciemos lo que no entendemos. Todo aquí tiene un sentido, un por qué. El hecho de que no lo entendamos no quiere decir que tengamos que repudiarlos, algo por cierto muy corriente por estos lares.
Todo interactúa, las personas, las situaciones, los acontecimientos. Entiendo que pensemos que hay sucesos que son francamente terribles y que son difíciles de entender, tragedias infantiles, demasiadas a nuestro alrededor. ¿Pero por eso tenemos que declarar bajo nuestro reducido y soberbio intelecto que Dios es de tal o cual manera? ¿Cómo podemos creer en Dios y criticar su creación, sus obras, su manifestación? ¿Por qué tendemos a pensar que somos más que él y como decía aquel "me va a tener que dar una buen explicación"? ¿Una explicación a ti? No seas soberbio y no juzgues lo que no entiendes.
Y eso no quiere decir que haya que resignarse e incluso justificar el hambre, el asesinato, la guerra, la pobreza o cualquier otro signo de dolor. Pero tampoco cabe ya luchar, enfrentarse, negar. Es real, todo es real, todo es parte de lo mismo. El placer crea el dolor, nosotros somos responsables de todo lo que existe, es parte de nosotros. No cabe esconder la cabeza. Nuestra propia ignorancia, soberbia, crueldad, avaricia, codicia, egoísmo, ... nuestros propios "pecados" están ejemplificados en todas esas personas, cerca o lejos de nosotros, que lo pasan mal, ellos están aprendiendo, pagando su propio destino, enseñándonos con su dolor el nuestro propio.
Significa entender que si nos acercamos a esos valores mediante un compromiso con nosotros y nuestro entorno, ayudaremos a elevar la vibración del lugar donde vivimos, y podremos conseguir que esas asignaturas del nivel más primario de la enseñanza, no tengan cabida ya en este mundo, eliminaremos esos rasgos del alma más primitiva que necesita evolucionar y aprender con las guerras, el hambre, la avaricia, la esclavitud, ... formas todas ellas del jardín de infancia, para que aprendamos desde la tolerancia y la compasión. Como por cierto y de hecho ha sucedido ya en nuestro planeta, donde las guerras has disminuido considerablemente su zona de influencia desde hace pocos años para dar cabida a experiencias más armónicas y almas más evolucionadas. Aunque en algunos casos no lo notemos mucho porque los más atrasados, como en el cole, son los que arman más ruido. Los más creciditos se quedan en casa y leen o pasean, no gritan ni pegan ni intentan mandar países ni adueñarse del mundo.
Pero todo desde el respeto hacia aquellas almas que han elegido vivir esas difíciles experiencias, duras, llenas de sufrimiento y dolor, bien para aprender ellos mismos, pagar alguna deuda con algo que hicieron y que no les gustó y quieren purgar (el karma personal), bien para enseñar a otros (mediante la entrega y el amor, algo parecido a lo que Jesús hizo en la tierra).
Grandes vidas están marcadas por terribles infancias, duras experiencias de dolor han llevado a hermosas realizaciones, a nivel personal y mundial. Enormes crisis propician la transformación. Mejor que juzgar o criticar, es necesario respetar, apoyar, reconfortar. No sabemos en qué parte de su evolución está, qué ha venido a aprender o a enseñar. Una vida no es nada, es un efímero soplo en la eternidad, por más que ancestrales y retrógradas creencias nos intenten hacer pensar lo contrario.
La vida no es nuestra, es sólo un vehículo. Respetemos la vida como algo eterno, sin tiempo, sin forma. Somos almas que venimos a evolucionar, no a ser juzgados por otros. El hermano mayor sabe más porque ha vivido más y ha aprendido más cosas. Pero no es mejor, ama a su hermano y le apoya porque es consciente de esto. Aquí estamos juntos todos, los de párvulos con los científicos. No somos mejores unos que otros. Quizá sepas más de algo y el otro sabrá más que tu en otra cosa. Quizá sea en valores humanos, en paz interior, en amor al prójimo. No será en matemáticas ni en educación, pero seguro que tiene algo que tu no tienes y envidiarías.
No hay que saberlo todo ya, el respeto es precisamente eso, aceptar sin entender, incluso sin estar de acuerdo. Sin respeto no hay nada, pero si queremos creer que somos Dios, que somos su creación, que la vida es todo y lo más importante que Dios es Amor, habrá que empezar por entender que si es un acto de amor de nuestros padres el castigarnos, regañarnos, marcarnos límites, llevarnos a un colegio, obligarnos a cosas, negarnos otras e incluso llegar a pegarnos y los que hemos vivido hasta esta generación sabemos bien de lo que hablamos, lo es también por parte de la creación misma el llevarnos a situaciones duras, trágicas, dolorosas por nuestro bien, por enseñarnos todo lo que existe, mostrarnos todos los caminos, todo lo que está en nosotros, en nuestra naturaleza, en nuestro instinto más primario. Para así trascenderlo, alejarlo de nuestro lado por decisión propia, que es en realidad como se aprenden las cosas, al haberlas vivido, al haberlas sentido en nuestras carnes. Sin eso siempre será algo que cuentan otros, su experiencia, cómo ellos lo han vivido y consecuentemente han sacado su lección.
No se aprende a montar en bici sin caerse, no se aprende a salir de las relaciones tóxicas, o de las adicciones, sin haber entrado alguna vez. No se aprende a vivir bien sin haber muerto mal, a morir bien sin vivir mal. Todo depende de cuántas vidas llevemos y cuántas lleven los otros, aquellos que a veces miramos con prepotencia y desdén. O con envidia y admiración.
Pero mirándolo con perspectiva, con la perspectiva de una ser eterno, sólo son experiencias, vivencias, lecciones. Si ya en vida muchas veces nos sucede lo mismo una y otra vez, repetimos la lección día tras día, relación tras relación, trabajo tras trabajo, también en el trascurso de muchas vidas, nos sucede lo mismo. Nuestro libre albedrío nos posibilita entender o no, antes o después. Lo que pasa es que nuestro "conductor" no tiene ninguna prisa y además no tiene miedo a la muerte, porque sabe que no existe y además le ha sucedido muchas veces. Simplemente nos "usa" mientras le somos útiles y luego simplemente cambia de traje. Vuelve arriba, echa un vistazo a los nuevos nacimientos que se van a producir, se apunta y espera paciente su turno. En así de sencillo, sin traumas, sin conflicto, sin dolor. Allí todo es de otra manera, en ese lugar intermedio nada es como aquí. El tiempo es otro concepto, no hay apreturas, nada acaba, todo es para siempre, eso modifica todos los valores, los nuestros de finitud, temporalidad, materia, pérdida, retención, apropiación, egoísmo, avaricia, miedo.
La muerte es dura para el que se queda, para el que pierde, el que "posee", para el que tiene miedo y dudas. Pero no para el que se ha ido, porque allí todo es maravilloso de nuevo, vuelva a casa, al hogar, a la felicidad plena, al amor total. Y el alma que experimenta todo eso lo sabe, por eso no teme el dolor y la pérdida, dejar de vivir. Ella nunca deja de vivir. Tu no temes cambiar tu coche, ni tu ropa, ni tu casa. Quizá haya un cierto apego después de tantos años. Pero el apego a lo material es algo que las almas viejas van superando, cuando van siendo más conscientes y han "muerto" tantas veces. En esos momentos ya no importa si vivir un día o cien, un minuto o dos.
El hecho de que los demás sufran no puede impedir tu evolución, si frenarla. Como tantas otras actuaciones en esta vida, el problema del sufrimiento, de ese tipo de sufrimiento, no está en ti está en el que sufre. Sufrir es opcional, es sólo no saber aceptar el dolor como parte de la vida, rechazarlo y no intentar entender el mensaje oculto que nos trae. Depende del nivel de consciencia nada más.
Dyer dice que la gente que necesita de la otra gente es la gente más desgraciada del mundo, pero la gente que quiere amor y disfruta de la gente es la que logra ser feliz. Mientras más feliz te haces a ti mismo, más inteligente eres y más te estarás acercando a la fuente, al origen. Y de paso más contribuirás a que los que están a tu alrededor hagan lo mismo, a elevar los valores, a seleccionar las materias a estudiar y con quien hacerlo.
Entender la vida es entender la muerte, que nuestro cuerpo es sólo un vehículo temporal para la expresión de nuestra alma eterna, que no somos lo que pensamos, somos mucho más allá que eso. Las creencias y pensamientos nos sitúan en un momento y una realidad para que nos revolquemos en ella y la vivamos, mientras nuestra alma que pacientemente nos observa, aprende con nuestras acciones.
En su afán por conocer todo, y todo es todo, nos colocará en situaciones muy duras a veces. Si nuestro coche hablara y tuviera sentimientos habría que oírle. Pero nosotros en la comodidad del asiento no sentimos nada cuando le hacemos tropelías. Hacemos lo que nos da la gana con él.
Vivir es sólo vivir la vida plenamente sin juzgarla. Si estamos aquí es porque nuestro Ser nos ha colocado en esta situación. Somos uno, somos eternos, somos almas, somos dioses. Estemos más pendientes de amar la vida y dejemos a la muerte vivir en paz.
¿Sabemos que morimos? ¿Es morir dejar el cuerpo? Entender la vida como algo eterno, atemporal, fuera de todo juicio. Vivir es la experiencia del alma, el cuerpo su vehículo, su medio de expresión, su traje. Y la vida su juego, un fluir constante, lleno de colores y matices, de vivencias, de muertes y nacimientos, de sueños y despertares.