LA AUTO-OBSERVACIÓN por Alejandro Vaquerizo
LA AUTO-OBSERVACIÓN por Alejandro Vaquerizo
viernes, 9 de octubre de 2015
Es curioso comprobar a veces cómo funciona el teatro de la vida, éste en el que sólo vemos la obra que representamos. Igual que cuando se está embarazada sólo se ven embarazadas o que cuando nos queremos comprar un coche azul sólo vemos coches azules, somos capaces de apreciar únicamente la parte del escenario del que participamos en ese momento. Cómo en la vida nada más que vemos lo que queremos ver, percibimos el área que registra nuestra antena, nuestra vibración, nuestra intención y ahí es donde focalizamos la mirada. El resto de la escena pasa, podríamos decir que no está, ya que no está para nosotros.
Tampoco nos damos cuenta de que nuestros humores, nuestras emociones, nuestro mundo interno e inconsciente, rige la mayor parte de nuestra conducta, nuestros actos, nuestros movimientos. En realidad no somos como creemos, ni como queremos, somos como en realidad somos y además estamos aquí para aprenderlo, para aprendernos. Lo que miramos, lo que vemos, es en realidad como somos. La vida no hace sino mostrarnos a través de nuestras reacciones, de nuestra conducta, de nuestras sensaciones al relacionarnos con lo que nos rodea, de qué pasta estamos hechos. No somos capaces de ver, bueno de ver si pero no de apreciar lo que no va con nosotros y en cambio reconocemos y ponemos nuestra intención en lo que nos identificamos.
Los sentimientos, por ejemplo de pena, que yo siento a veces por los demás cuando lo pasan mal, cuando tienen hambre o en situaciones de pobreza extrema, están queriendo mostrarme que yo resueno con la pena, que la pena está en mi y que por eso la reconozco en los demás, en esa escena teatral mía y que si está instalada es porque en el fondo yo la siento, pero en verdad esa pena es pena de mi mismo. Quizá no sepa de donde surge ni siquiera que esté, porque proviene de algún episodio que tengo bien profundo y además en modo off para que no me duela, ya que el cuerpo se encarga de anular y silenciar todo lo que le puede cortocircuitar el normal funcionamiento orgánico.
Pero el hecho de que me haga reacción es que eso está ahí y resuena cada vez que lo tengo cerca. Vibra como un diapasón, como las virutas de metal bajo el influjo de un imán, como nuestro cuerpo con el sexo opuesto al sentir el deseo, igual que una lágrima se deja caer cuando algo se remueve por dentro. Y en eso radica la riqueza de la vida, de las vivencias, que ellas están aquí para ayudarme a darme cuenta de qué hay en mi interior.
Puedo negármelo, rechazarlo en mi y por tanto en los demás y enfadarme con ellos por ser así y enumerarles los fallos que cometen y aleccionarles sobre cómo deberían ser y lo que deberían hacer. Un clásico, querer cambiar-les para evitar cambiar-nos, algo bastante más complicado y comprometido.
La sabiduría popular una vez más nos ilustra con refranes como "dime de que presumes y te diré de qué careces", donde nos invita a reconocernos en la insuficiencia y en la ocultación de nuestra real forma de ser.
Si en realidad miro en la dirección correcta, sólo estoy queriendo decir al observar su conducta y mi reacción ante ésta, cómo soy y tener la posibilidad de aprender algo. Y lo mal que hago al juzgarle porque en realidad me estoy juzgando a mi mismo. Lo que veo es mi reflejo en él y tratarle mal o acusarle es hacérmelo yo. No respetarle es no respetarme, no permitirle ser como quiera es no permitírmelo yo, quitarle su libertad es privarme yo de la mía. No es tan malo ser de ninguna forma, lo "malo" es no reconocerlo.
Por ello es importante la meditación, la introspección, la observación consciente de nuestra conducta, de nuestro interior que nos habla en esos momentos de paz, de quietud, de activo compromiso con uno mismo, con la verdad de quienes somos, con la aceptación de nuestras carencias y sombras. Con la certeza de que si aprendo a conocerme y reconocerme en los demás, nada de lo que yo vea participará de mi juicio, en todo caso de un agradecimiento porque me ayudará a saber quién soy. Y de un respeto a su proceso de aprendizaje, porque todos y todo lo que hay están para enseñar a alguien que lo necesite, y esos mismos comportamientos y actitudes resonarán entre ellos y se atraerán, al igual que yo me dejo atraer por personas y circunstancias que me llevan al camino de mi autoconocimiento. Y que volveré a atraer una y otra vez hasta que me de cuenta de qué no quiero ver, de por qué le culpo a él cuando en realidad me debería revisar a mi y agradecerle que esté delante para mostrármelo.
Podré elegir también ir en contra de la vida, negar la realidad, no aceptarla y luchar contra ella, protestando, quejándome, sufriendo, juzgando, ... Eso no hará más que retrasar la lección, que repetiremos tantas veces como sea necesario hasta que tarde o temprano llegue, porque todos tenemos que pasar por ahí.
Dice A. Espinosa: “Un problema es tan solo la diferencia entre lo esperado y lo obtenido, de las personas o de la vida”.
Y también me daré cuenta si lo he aprendido, de esa persona, esa relación, ese trabajo, esa situación, eso que se me repite una y otra vez y me hace daño, cuando lo que atraiga a mi vida, con lo que resuene, sea esta vez algo diferente. En ese momento tendré la certeza de que he eliminado ese patrón, he dado luz a esa sombra, he aceptado esa "carencia" en mi.
El día en el que nada me de pena, será porque yo no sienta pena por mi, me habré perdonado, habré buscado y reconocido en mí el origen de esa pena que tanto quería mitigar en los demás por no ser capaz de calmar la mía. Habré aprobado esa lección.
Donde fijemos nuestra atención será el lugar en el que estemos, el curso que tenemos que aprobar. La pena siempre existirá para quien lo quiera ver, así como la guerra, el hambre, los celos, la violencia, la soberbia, la manipulación, .... todos ellos comportamientos y parte del ser humano, depende de nuestra intención, nuestra vibración. También la paz, la alegría, la risa, el consuelo, la verdad, el amor, la solidaridad.
Pero no por mirar fijamente hacia ahí, hacia este lado tan grato, lleno de bonitos deseos y palabras es que estemos allí, "el mapa no es el terreno". Estaremos en ese capítulo de la obra cuando vivamos las experiencias desde nuestra puerta trasera, cuando integremos, cuando "de verdad" no apartemos la vista del lado oscuro porque no queramos verlo, sino cuando lo miremos a la cara y seamos capaces de abrazarlo, lo amemos tal y como amamos a ese otro lado "de luz".
Todo es luz. En realidad y en verdad, eso es la luz porque un ser con luces y sombras no es un ser de luz. Nada nos puede dar mal luminosidad que eliminar la sombra, que iluminar todo el espacio, el nuestro, e iluminar no es dar más luz donde ya la hay. Donde nos sentimos bien con nosotros mismos eso ya está, ya está hecho, me refiero en la trastienda, donde hay sombras, donde nuestros comportamientos no nos son del todo gratos, donde no nos gustamos y por tanto no nos gusta eso que hacen los demás, y por ello les juzgamos, condenamos y desterramos. Al igual que hacemos con nosotros mismos.
Y ahí están los otros, el mundo, nuestro espejo, nuestra proyección, el escenario que hemos elegido para vivir. Abracémosle, agradezcamos que esté ahí, abrámonos a él, reconozcámonos en todo, que él sea nuestro guía, nuestro análisis para saber qué tal estamos de verdad. Demos valor a las circunstancias "negativas" o las personas "dañinas" porque a ellas las hemos elegido para aprender, para conocernos, porque ellas son nuestras migas en el camino para ir y para volver a casa, a nuestra casa.
Y dejemos, permitamos a los demás ser como quieran, como necesiten, que se sirvan a ellos y los demás que les reclamen, así como en su momento nosotros vibramos con ellos. Dios los cría y ellos se juntan.
Sufrir es no aceptar el dolor como parte de la vida, como ese espacio de tiempo y como tal perecedero, que nos trae una lección y que si estamos atentos a la clase, como en el cole, extraeremos el mensaje y no tendremos que hacer los deberes en casa y así recuperaremos rápidamente y seguramente durante más tiempo nuestra paz y dicha.
Así como también la euforia es el apego a la alegría, a los momentos de pasajera felicidad que inevitablemente pasarán y que nos provocarán decepción y tristeza si no los aceptamos también como una chuche que durante un rato nos endulza la boca. Todo dependerá de cómo vivamos todas esas experiencias, si con aceptación o con rechazo, con apego o respeto, con alegría o rebeldía.
Todo pasa y todo queda, todo es vida, todo son manifestaciones de Dios, todo es creación, todo es amor. Nada está por encima de Dios, ni siquiera nosotros con nuestra limitada forma de pensar, con nuestras creencias aprendidas y heredadas. Y todo es yo, todo es nosotros, todo es parte de lo mismo.
¿Recordáis esto?: ¿Tu eres tu y yo soy yo, quién es más tonto de los dos?
Una mirada al mundo que nos rodea como espejos de nuestro propio ser, de nosotros mismos. Cómo dice Jeff Foster: “nada te pasa, sin embargo todo pasa para ti”. Para nuestro propio reconocimiento personal, ese que tanto nos cuesta y que tan fácilmente vemos en los demás y queremos cambiar. “Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia” Honorá de Balzac.